domingo, 3 de julio de 2011

Como peludo de regalo

Tres al hilo de un proceso que no termina de cerrarme...



Como peludo de regalo 1


Tengo frio, llueve. Siento que el agua me penetra la piel, la carne, los huesos. Daría cualquier cosa por un mate calentito en este momento. De pronto me viene a la mente el recuerdo de una fuente repleta de tortas fritas y un techo de chapas. Y ya todo duele un poco menos.
Hace nada mas que 15 minutos, quizás 20 la situación era otra. Mi cabeza vuelve a la lluvia, la noche, los autos que pasan a 2 metros de la baldosa que elegí para soportar mi peso. Vuelvo a pensar en el frio que quizás, si en lugar de sentirlo lo pienso, ya no lo sienta tanto. Y viene de nuevo esa frase que me cayo como peludo de regalo, “Andate a la mierda...”



Como peludo de regalo 2

Tengo frio, llueve. Siento que el agua me penetra la piel, la carne, los huesos y daría lo que sea por un mate calentito en este momento. De pronto me viene a la cabeza la imagen de una fuente llena de tortas fritas y un techo de chapas y como si el protorecuerdo anestesiara, hace que todo duela un poco menos.
Hace nada mas que 15 minutos atrás, quizás 20, la situación era diferente. Pero ahora mis pensamientos se pasean por la lluvia, por la noche, por los automóviles que pasan a 2 metros de la baldosa que elegí para que soportara mi peso.
Vuelvo a sentir el frio y creo que, si en lugar de sentirlo lo pensara y lograra traducirlo en palabras, si pudiera gritarlo o susurrarlo al menos, eso lo haría menos pesado, no seria ese frio que como una espada helada me atraviesa, no de adelante hacia atrás sino de arriba hacia abajo.
Pero estoy mudo y las únicas palabras son las que a lo lejos creo escuchar, el eco de esa frase que me cayo como peludo de regalo, “Andate a la mierda...”



Como peludo de regalo 3

Hace frio y llueve. Siento que el agua me penetra la piel, la carne y los huesos. Haría cualquier cosa por un mate caliente en este momento. Me viene a la cabeza la imagen de una fuente llena de tortas fritas y un techo de chapas. Todo parece doler un poco menos.
Hace 15 minutos, o 20, la situación era otra. Ahora mis pensamientos están en la lluvia, en la noche, en los automóviles que pasan a 2 metros de la baldosa que elegí para aguantar todo mi peso.
Siento frio y creo que, si en lugar de sentirlo lo pensara y lograra volverlo palabras, si pudiera gritarlo o llorarlo seria menos pesado. No seria como una espada que me atraviesa. Me atraviesa no de adelante hacia atrás sino de arriba hacia abajo y me clava al suelo.
Pero estoy mudo y las únicas palabras son las que creo escuchar, el eco de esa frase que me cayo como peludo de regalo, “Andate a la mierda...”

martes, 28 de junio de 2011

Defensa del Futbol


Es increíble como nos sorprende la vida. Y no hablo de los grandes cambios que sin lugar a dudas nos dejan como intentando comprenderlos en cámara lenta.
A veces pasa, que nos sorprenden mas los cambios en las cosas pequeñas, las cotidianas.
Cuando sucede algo crucial, es como un cachetazo, una patada de las buenas en el paladar.
Pero cuando algo pequeño, quizás importante pero que ser cotidiano lo hace sentir simple, cambia radicalmente, en la mayoría de los casos, es como una brisa fresca que se convierte en huracán en el momento menos esperado.
Y lo brusco no es el cambio en si, sino el caer en la cuenta y eso lo tiñe de asombro.
Por ejemplo, sin ir mas lejos hasta hace unos años (y ya estoy cerca de los 40) creía que nunca iba a manejar un auto. Simplemente no era lo mio y no iba a pasar, porque no estaba hecho para eso.
Hoy en día voy de acá para allá, y no me convertí en Fangio, pero manejo tranquilo para todos lados. Pero cuando voy en la autopista, rodeado de autos, miro con asombro como tratando de adivinar que inexplicables pasos me llevaron a ese lugar.
De mas esta decir que no tengo nada especial como conductor, pero para explicarlo mejor es como un caminante que se confunde con miles de otros caminantes, salvo que este viene de haber estado mas de 30 años pensando que nunca se pararía sobre 2 píes.
Así comprendí algo que para mi fue una revelación.

Crecí sin que me guste el fútbol, no conocía los equipos ni los jugadores, no miraba partidos ni pequeños ni grandes. No miraba clásicos, tampoco cuando jugaban los mejores jugadores, ni los partidos homenajes, ni los partidos de despedida de los grandes ídolos que tanto se habían destacado en toda su carrera, y ni siquiera miraba o me interesaba por los mundiales.
Incluso prefería que Argentina no clasifique, o que pronto se quede fuera. Así, el mundial, tema de conversación obligado en cada rincón, dejaría de tener esa importancia que parecía tener.

Era como una aversión al fútbol, y eso en Argentina, es como tener una aversión al deporte lisa y llanamente. O peor, como tener conjuntivitis o piojos o lepra...

Y, después de tanto tiempo, es raro descubrir la nobleza de ese deporte. Es increíble darse cuenta que es un deporte fantástico que tiene muchas cualidades.
El trabajo en equipo que es pensado o sentido por cada integrante, desde cada jugador hasta su director técnico. El virtuosismo de cada integrante del equipo, ya sea innato o conseguido mediante un gran esfuerzo y dedicación y trabajo.
Cada jugador tiene su papel, y se van moviendo dentro de la cancha como si fuera una gran partida de ajedrez viviente, y todo eso llevando o intentando llevar un balón. Algunos, ademas, lo hacen con una maestría que pareciera que la pelota esta unida a sus pies por un hilo invisible.
Es un deporte que requiere valor, tenacidad, esfuerzo, habilidad, compañerismo, pasión y una larga lista de habilidades y cualidades.

Y no solo eso, voy descubriendo que es algo que comparten muchos deportes, mas que nada los deportes de equipo. Y después de tanto tiempo de creer que tenia rechazo por un deporte tan interesante, descubro, caigo en la cuenta, veo por primera vez la verdadera razón que me alejó siempre del fútbol, “El Hincha”.

Los partidos no deberían ser transmitidos por TV, ni por radio. Las canchas no deberían tener tribunas para que las personas se sienten a mirar.
La pasión por la camiseta, la deberían poner solamente los que transpiran por ella, los que se esfuerzan. Los que entraron a la cancha y dejaron todo, aun cuando se saben con pocas esperanzas, y dieron lo mejor aunque el resultado no les haya sonreído.

Sin embargo, el mayor protagonista, es el hincha. Que pese a ser nadie, se siente dueño del equipo que dice alentar, dueño del jugador, dueño de la pelota y solo quiere victorias aunque su único merito es sentarse a mirar. Y sobre todo, quiere derrotas ajenas, quiere ver sangre, quiere ver otros equipos mordiendo el polvo.
Si su equipo gana, festejará una hora, pero si otro equipo pierde festeja diez. Si su equipo sale campeón, estará feliz una semana, pero si otro equipo sufre una derrota humillante, estará feliz un mes. Si su equipo consigue una posición privilegiada, entrará a Internet y quizás deje 1 mensaje o 2 en alguna red social, o por Email. Pero si otro equipo pasa por un mal momento esos mensajes se multiplicaran al infinito, y el hincha mostrar su mayor virtud, ser un miserable que patea al caído.
No solo compartirá su alegría con el mundo, intentara ser gracioso (esos son los peores), ese hincha quizás tenga problemas para leer un texto de corrido, pero aprenderá a manejar complejos programas de edición de imágenes solo para acompañar sus mensajes con gráficos que ilustren el momento, como en una carrera para conseguir que esa imagen pueda reemplazar en el diccionario la definición de burla macabra.
No solo eso, llegan a maltratar a su propio equipo, cuando no rinden como ellos creen que deberían. Como si se preguntaran porque jugaron tan mal, si los educamos tan bien...
Esto en el mejor de los casos porque también intentan ensuciar y empañar todo no solo con violencia verbal.
Y digo intentan porque la nobleza del fútbol sigue ahí pese a ellos y como alguien dijo alguna vez, la pelota no se mancha.
Quizás algún día el fútbol tenga el hincha que se merece o quizás ya lo tiene, y son los menos, los pequeños, los silenciosos.
Pero esa es otra pagina de la historia.

jueves, 21 de junio de 2007

Un par

Escalera caracol

Hace dos dias que subo y esto parece no tener fin. A esta altura veo solo nubes. Nubes por encima mio. Nubes por debajo. Ya mis piernas no pueden mas. En un ratito se cumple la hora numero 49 y solo 3 descanse sentado en algún escalón.
Y todo porque ese hijo de puta de Agustín me dijo “... tenes sed? Ves esa escalera caracol, bueno, subi y bajate una botellita de vino...”


Sombras blancas

“Estoy en deuda con vos...” me dijo Lucia después de mirarnos por 5 minutos que parecieron 5 años.
La discusión habia sido agotadora, interminable y principalmente sin sentido. Quizas por eso o por el extraño lazo que nos unia su ultima frase fue como un martillazo. No podia creerlo, nunca hubiese creido que llegaria el momento de escuchar semejante frase de sus labios que para mi, en ella era algo tan raro como un tigre azul o una sombra blanca.
No solo me asombro sino que no imagine mejor forma de finalizar la velada. Lo unico que pude hacer después de eso fue dar media vuelta e irme.

miércoles, 20 de junio de 2007

Angelito desnutrido


Tengo que confesar que no entiendo nada, como quisiera un trago de vodka en este momento, como quisiera correr en bolas por Palermo, competir en carreras de monopatín en Parque Chas, hacer burbujas enormes y reventarlas con mi gomera y bolitas de naftalina. Quisiera galletitas de animalitos o palitos de la selva. Romper el silencio y cantar como Fito Páez a las 5 de la tarde en la biblioteca de Adrogue. Quiero volver a subir a la montaña rusa en el Italpark y untar con mayonesa a todas las fotos que existan sobre la tierra.
Quiero llorar a moco tendido, tomarme un mate y tirar tortas fritas por la ventana, o nada.
Quizás solo quiero olvidarla, olvidar ese pequeño angelito desnutrido, de ojos tristes y un metro cincuenta que espero mañana me duela un poco menos.

viernes, 11 de agosto de 2006

1 AM



Estaba tan solo a cuatro pasos del abismo. Mis ojos por mas esfuerzo que hicieran no alcanzaban a entender la inmensidad delante mio. Mas alla de la semioscuridad, todos mis sentidos lo transformaban en algo cada vez mas grande e imponente. Los sonidos, lejanos, perdidos, como gritos fantasmales, como vuelos de pajaros veloces, como fotografias borrosas, como cinco aceitunas que se hunden en las profundidades mas abisales de los océanos daban una sensación de soledad unica. Los olores, a humedad, a profundidad, a lejania me empujaron una vez mas. Camine dos pasos y me detuve. Un escalofrio me recorrio el cuerpo. Senti como si me atravesaran dos angeles y a los lejos escuche un estallido de vidrio como una botella contra las rocas cuando, casi al instante, al aire lo invadio un olor a vino embriagador y el rugido de dos tigres perdidos, azules, solitarios.
Al vino le sucedió el olor a tormenta, a tierra humeda y ya nada podia detenerme.
Un paso mas.
El cuerpo se inclina, la cabeza se asoma, la mirada y el vacio se encuentran como confluyendo en un furibundo orgasmo.
Y de repente, todo se detiene, el aire, la oscuridad y el silencio. Y llega el frio. Un resplandor blanco me ilumina el rostro y parte de mi cuerpo.
Solo una jarra de agua vibra mientras en su baile la secunda el zumbido de un motor...
La puerta vuelve a cerrarse.
- La puta madre, que hambre! ...no importa, de nuevo al sobre...

martes, 8 de agosto de 2006

Un Sanguche

Bajando, a la izquierda, si caminan 7 mts 29 cm, esta el local de los quemados. Ahí mismo si vas con 3 pesos con 50 te podes hacer acreedor de un sanguche como el que me acabo de comer.
Y realmente tiene de todo, es increíble solo verlo. Uno llega a creer que el espacio entre 2 panes puede llegar a contener el universo.
Allí mismo puede estar todo.
Teniendo el coraje de retirar suavemente el pan superior que sirve de cubierta quizás uno pueda ver la estacion de oncer llena de gente como hormiguitas, la autopista Buenos Aires - La Plata, la ciudad desde lo alto, y mas al costadito, la mismísima selva misionera...
Y eso que yo lo pido de vacío. Pero mas allá de las sutiles diferencias que puede haber entre uno de los que llaman "de vacío" o de los que llaman "de mila" o el limitado etcétera de que consta la lista que, con alguna presunción, alguno puede llamar menú, básicamente todos los modelos alojan todos los sabores. Todos y cada uno de esos sangunches, si se puede, son infinitos.
Yo hace escasos 30 minutos, estaba ahí y retiraba el mío, perfectamente envuelto en papel, metido, no sin delicadeza, en una bolsita de plástico.
Volví, subí las escaleras, tome la llave de la 8 del tablero y me encamine por el pasillo como si todo fuese parte de un ritual. Me senté en una silla, con la bolsa apoyada sobre el escritorio, y disfrutando del momento como si toda una vida, o varias vidas, lo hubiese estado esperando.
Ahora ya pasó, seguramente otro día se repita.
Pero no podía dejar de tomarme unos minutos, como quién fuma un pucho, para recomendarles que vayan. Y compren un sanguche en Los Quemados.
Ya saben, bajando, a la izquierda... mas o menos 7 metros y un poquito.

lunes, 7 de agosto de 2006

El amigo de los niños


5AM: El radio reloj esta sonando y aunque la musica no es siempre la misma podriamos pensar que lo es. Podria ser el ultimo empujoncito que falta, la famosa particula de agua que hace que ya nada sea lo mismo.
El cafe no tiene gusto, o quema las tripas y se siente como una lija que desciende por la garganta.
En la tele nada pasa, es como un susurro a lo lejos, que trae el recuerdo del noticiero de la noche anterior, con el amigo de los niños, tirado en la calle, pidiendo a gritos un poco de paz, o perdon, o clemencia, o sensatez, pero todo eso esta muy lejos y lo unico que hay es miseria. Eso si, a la vuelta de la esquina.

Creo que hoy si podria comer un plato de cereales, de esos que vienen con ruido, quizas con colores, que saltan en el plato debajo mismo de la propia nariz de uno, que mira, perplejo, atonito pensando si alli, en el fondo de ese plato hondo es donde esta el abismo donde todo termina.
Alli, haciendo un largo camino, saltando algun charco, bajando por precipicios que cada vez parecen mas empinados, nosotros solos y nuestra soga, que nos sostiene vaya dios a saber colgada de donde, descendemos. Otro salto, un pasaje largo y sinuoso, en frente un rio, o un lago, o un mar. Y alli donde todo parece que termina, alguien nos espera, quizas fumando un pipa, quizas queriendonos contar una historia, quizas tiendonos una mano, y con esa mano nos ofrece un pañuelo (no recordamos para que sirve ese objeto que yace inerte en su mano), quizas tararea una cancion, o la silba, y esa cancion nos dice algo, que no entendemos pero si sentimos que es algo que paso hace tiempo, hace mucho tiempo.

Y de pronto, nos ponemos el abrigo, la bufanda, y salimos a la calle helada. Y sobre la mesa quedo el plato, intacto, o casi sin tocar.

Y sentimos que nos corre una lagrima, y no sabemos porque.