viernes, 11 de agosto de 2006

1 AM



Estaba tan solo a cuatro pasos del abismo. Mis ojos por mas esfuerzo que hicieran no alcanzaban a entender la inmensidad delante mio. Mas alla de la semioscuridad, todos mis sentidos lo transformaban en algo cada vez mas grande e imponente. Los sonidos, lejanos, perdidos, como gritos fantasmales, como vuelos de pajaros veloces, como fotografias borrosas, como cinco aceitunas que se hunden en las profundidades mas abisales de los océanos daban una sensación de soledad unica. Los olores, a humedad, a profundidad, a lejania me empujaron una vez mas. Camine dos pasos y me detuve. Un escalofrio me recorrio el cuerpo. Senti como si me atravesaran dos angeles y a los lejos escuche un estallido de vidrio como una botella contra las rocas cuando, casi al instante, al aire lo invadio un olor a vino embriagador y el rugido de dos tigres perdidos, azules, solitarios.
Al vino le sucedió el olor a tormenta, a tierra humeda y ya nada podia detenerme.
Un paso mas.
El cuerpo se inclina, la cabeza se asoma, la mirada y el vacio se encuentran como confluyendo en un furibundo orgasmo.
Y de repente, todo se detiene, el aire, la oscuridad y el silencio. Y llega el frio. Un resplandor blanco me ilumina el rostro y parte de mi cuerpo.
Solo una jarra de agua vibra mientras en su baile la secunda el zumbido de un motor...
La puerta vuelve a cerrarse.
- La puta madre, que hambre! ...no importa, de nuevo al sobre...

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